Isabel cuidaba a una señora de 92 años cuya nieta se iba a casar en una iglesia en la que sus calle son muy estrechas y no hay casi sitio para aparcar, ella ni corta, ni perezosa salió el día de la boda con chaleco, botas y gorro a las 6 de la mañana a bucar aparcamiento con una valla al hombro.