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David Palomar, conoce su nuevo clip

18/06/2015, a las 15:12

David Palomar es un artista único… su disco, Denominación de origen, refleja toda su dimensión artística

Y un buen ejemplo son temas como este, cuyo vídeo «El cacharrito de Tomasa», puedes disfrutar en radiole.com

Javier Osuna García escribe en la página web oficial del artista el siguiente texto:

«Tal astilla viñera; siguiriyera y honda, horadada por los siglos de su estirpe. Viña de Cachucheras y Mejoranas, mongesas de un convento con huerta en la Cerca de Capuchinos; de Josefa Castrero, la Rubia de la Viña, de Pepa Oro que viene de Lima con trajes de luces paterno y milongas bajo el brazo; de niños de la Rosa y la Viña (Antonio Vinaza y Manuel Moreno), o de Felipe Scapachinni con los Jinetos y José Herrera en la calle Ángel.

David Palomar recoge con la caña del país del cierro de su casa, en su tramo de rastra y vuelta mano, la melaza tradicional y los gritos invisibles de su barrio, de su tierra, de su fértil comarca cantaora: Cádiz y los Puertos.

Sus tercios se mecen, como la biyuela en El Aculaero lo hace a lomos de las aguas, y conservan la majestuosidad de un pescao terciao —por eso clava los tercios—. Ése es su reclamo. Ése su anguao. Ésa su denominación de origen. Ésa su atractiva carná. Por eso en el escenario David entona la toná y nos evoca al tonino; levanta los brazos y baila la baila, con sus lunares moteados en el lomo gris; canta y su cante, es como el de un robalo que roba de sus antepasados o como el de una hurta que urta, pero sin ojana y sin tener que quitarle quilos al embuste, como le dijo Chiclanita a Pericón, acodados los dos en la balustrada de La Alameda, viendo cómo la plata no era literatura, mientras uno empataba y el otro encarnaba en el anzuelo bizco.

El cante de David es poroso como la piedra ostionera y en cada sedimento estratigráfico es posible reconocer desde los ecos de Juan Villar, haciendo tercios del Mellizo y de Paquirri en la soleá, a contemplar al Viejo de la Isla invocando al «hospitalito y la camita hecha» de los Melu. Hay un cierto dominio escénico del Beni, que convive con la poesía de Alfonso de Gaspar y «muere» con El Niño del Mentidero.

Pero él es él: un poco de todos y un poco de nadie. Un artista que cada mañana lava su cara con agua fresca de la poza redonda y su pañuelo de lunares seca las gotas, para que el levante le deje la sal que va a determinar en buena medida su inequívoca DO (denominación de origen).

Dicen los caleteros que cada mañana, camino del Mareógrafo, lo han visto deambular. Cierto. Él no busca Atlántidas, como las buscó Falla en Sancti Petri, pero sí la huella de Telethusa y del Planeta, que alineado como un astro, retira las aguas para descubrir huellas en la arena, quién sabe si de pasos de bailes de su hermano, el célebre Luis Alonso»

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