Yerai Cortés

© Sara Cort.EleventhFloor - Madrid Destino

La guitarra de Yerai Cortés deja en silencio a Madrid

Encarna Cantos

Son tiempos de grandes escenarios. En la capital, la música conquista los estadios de fútbol más míticos. Los focos de colores y las coreografías imposibles sobre las tablas son el pan nuestro de cada concierto, y eso nos encanta. Sin embargo, Yerai Cortés dejó ayer a Madrid en silencio con una puesta en escena tan sencilla como compleja, sin ser esto contradictorio. Sentado en una silla de mimbre, sin más acompañante ni protagonista que su guitarra.

© Sara Cort.EleventhFloor – Madrid Destino

Una silla de mimbre y madera

El flamenco atraviesa uno de sus mejores momentos recientes. Las figuras icónicas del género son cada vez más escuchadas por los jóvenes y, al mismo tiempo, cada vez más jóvenes promesas flamencas llegan hasta el gran público. No cabe duda de que Yerai Cortés es una de ellas.

Con 30 años cumplidos, tiene el Goya a Mejor Canción Original en casa y puso en pie al auditorio no en una, sino en dos ocasiones. En pleno agosto, personas de todas las edades y perfiles agotaron las entradas para verle hacer magia con las cuerdas de su «Guitarra Flamenca».

Las contradicciones de Yerai Cortés

El Teatro del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque se queda en silencio cuando los pasos de Yerai llegan hasta la única pieza de atrezzo que hay en el escenario: una silla de mimbre y madera.

La estampa del patio de butacas conforma una de las contradicciones con las que se puede definir el concierto. En él, ocupan asientos contiguos el aficionado veterano y el moderno madrileño que acaba de cruzar las puertas del flamenco.

Fotografía propia. Encarna B. Cantos.

Pero Yerai Cortés se lleva de lujo con la mezcla y la fusión: llega hasta el terreno de la contradicción con la confianza de quien se sabe plenamente capaz de hacer lo que está haciendo. Tradición y modernidad, elegancia y descaro, combina los palos clásicos del flamenco con pistas de sonido que emulan ovnis, o sintetizadores, o la voz de su madre. Todo encaja como una sola pieza y parece, aunque sea mentira, que tocar así unas seguiriyas es cosa fácil.

© Sara Cort.EleventhFloor – Madrid Destino

Su presencia, sus movimientos y su vestimenta recuerdan lo mismo al temple de un guitarrista clásico que a la frescura del artista más actual. Y, a través de las palabras que dedica a los asistentes, nos muestra a la vez a dos personas distintas. Por un lado al músico entusiasmado, consciente de que está triunfando: «Me voy muy emocionado por poder haber estado aquí esta tarde». Por el otro, al adolescente que no se separaba de su guitarra: «Esta la voy a tocar como cuando era un niño, que tocaba para pasármelo bien».

Cortés encara los ojos de su público y se mira dentro al mismo tiempo: «He empezado el concierto con unas malagueñas por mi padre, que fue quien me puso la guitarra en las manos. Me acuerdo siempre de él cuando voy a empezar un concierto». Nos regala una hora de su historia familiar, un trocito de su amor con La Tania – que le aplaude desde las primeras filas – y una canción extra tras ponerse el público en pie por primera vez.

© Sara Cort.EleventhFloor – Madrid Destino

Que merece la pena escuchar «La Guitarra Flamenca de Yerai Cortés» ya lo sabíamos. Ahora hay que apuntar que hacerlo en directo es indispensable para disfrutarlo del todo. Parece que, de esa manera, el disco se quedase dentro de una.

Para tocar las últimas notas, Yerai coloca un pie sobre el asiento de la silla que no ha abandonado en todo el concierto. Cuando concluye, el público vuelve a ponerse en pie. El artista lanza un beso al aire, agradece, se despide. Las filas del teatro se van vaciando con un silencio homólogo al del principio de la tarde.

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